jueves, 8 de noviembre de 2018

EL ENGRAMA (MEMORIA-ACCIÓN-CIENCIA FICCIÓN)


“Los hombres han sido puestos
sobre la tierra para que recobren
la memoria. Este planeta es una
colonia de tratamiento para
cierto tipo de amnesia”

“Dóulos Oukóon”
Jonuel Brigue

                De acuerdo con la filosofía hindú, nuestro cuerpo, en especial nuestra mente, registra las experiencias vividas durante el día a día, de una manera tan taxativa que estas tienden a determinar la forma en cómo respondemos ante cualquier situación, puesto que se mantienen latentes y han quedado fijas, de forma inconsciente, como una huella. Este fenómeno conductual (y de profundas raíces emocionales) es conocido como “samskara” por los hindúes o “engrama” por los científicos occidentales. Esto propicia, entonces, que nos interroguemos: ¿somos solo experiencia?, ¿somos solo memoria?, o realmente, ¿quiénes somos?

                Con esta pequeña introducción, que sirve de excusa “etimológica” para “definir” el título del libro que tienen en sus manos, quiero trazar los hilos discursivos (memoria-acción-ciencia ficción) por los cuales orientaré mi lectura sobre “El engrama”: antología de ciencia ficción hecha en Táchira. Un libro que reúne cuentos de cinco escritores tachirenses, estimados y conocidos en nuestro ámbito de las letras y las artes: Ave, Cristian Soto, Menezka, Obitual Pérez y Wild Parra, quienes presentan historias que se circunscriben a los aspectos esenciales de este género literario: hipótesis de vidas futuras en sociedades donde la explicación científico-tecnológica es la que prima en todos los rincones de la existencia.

                Mediante un ejercicio de imaginación, en cada cuento de estos autores, apreciamos diversos registros del lenguaje, unos más científicos, unos más viscerales y otros más sublimes al acto de inteligibilidad. Algunos usan el sarcasmo como vía de sanción a los símbolos de poder y dominación, mientras que otros son minimalistas y brindan importante fuerza discursiva al propósito enunciativo; pero, entre sí, resguardan la (cosmo) visión afín de este fenómeno literario, al intentar ilustrar qué nos espera como humanidad.

                Esto quiere decir que el uso de elementos discursivos como el humor, la sátira, el pesimismo o el tecnicismo científico, apreciables en cuentos como AII, Tratado de las moscas, El aguacate, Viaducto SC o Femíncula, nos dan pistas de caminos que se están labrando desde este instante y que se bifurcarán en una ineludible distopía (¿o utopía?, según se entienda) muy atenuada que reposa ya en nuestra memoria colectiva, como temor ante nuestro fin o como esperanza de que dicho fin equivalga a un destino distinto y mejor de la raza humana. De todas maneras, se traza, en el horizonte, un futuro no muy prometedor.

                Por ejemplo, con la exploración de tópicos como la inmortalidad, la clonación y la evolución biológica de nuestra especie, a partir de modificaciones y “reprogramaciones epigenéticas”, los cuentos de Ave ofrecen visos de cuestionamientos existenciales inherentes a nuestra especie: usar el recurso antropomórfico para otorgar significado a los conceptos del alma, de la esencia y de qué nos esperará luego de dejar de ser y dejar de estar en el cuerpo físico, como se aprecia en Desvío terrestre o Desiderátum 157. Además de ello, existe la posibilidad de no solo clonarnos como especie, sino incluso modificar las coordenadas temporales y espaciales, como las del estado onírico, que se pueden crear y experimentar de forma consciente (apreciable en Ganancia).

                Este ejercicio borgiano es sutilmente trabajado por Ave, cuyo registro, como dije, plantea algunas interrogantes ontológicas, que serían/han de ser lógicas a una sociedad futurista.

                En los cuentos de Cristian, la modificación genética, la mezcla entre terrestres y no terrestres, la clonación, la inteligencia artificial o los experimentos científicos estrambóticos, son el hilo temático para explicar que el abuso del poder no solo ocurre en las clases hegemónicas, sino en las de contracultura de igual forma. Por ello, la incidencia de los grupos divergentes (como los friganos, en el Tratado de las moscas, o el kamikaze travesti en Rebelión), la voz de una novicia clonada oníricamente, la modificación genética con una nueva Frankenstein, una extraña tierra prometida o una San Cristóbal post-apocalíptica sumida en la basura después de haber sido invadida por muertos vivientes y moscardones, son los reflejos de una humanidad sumida en el pesimismo de su propio destino, impuesto por sus decisiones y por esos “engramas” que determinaron qué sería: “nos habíamos convertido, en los nativos del residuo, los hijos del escombro”. Rasgos propios de una literatura del biopunk o ciberpunk.

                Los problemas éticos y morales, que se derivan ante el fin de la especie humana, no solo con la falta de los recursos básicos (como con la extinción del agua), sino con lo elemental de su propia condición (su humanidad), aparentemente, incrementarán en esas sociedades futuras que sucumben al encanto de la máquina, como se aprecia en los cuentos de Menezka. Para él, en el futuro (como tal vez ya nos ocurre ahora), habremos de olvidar el propósito esencial de nuestro devenir: VIVIR, pero vivir como se debe, sin las imposiciones morales de la sociedad y vivir sin traicionar nuestra propia ética (como plantea en el cuento V…). No importa si estamos en el planeta Tierra o en una colonia espacial a su alrededor (Sputnik 7591), si queremos viajar al pasado y creamos un desmadre colonial (Encuentro de tres mundos), los seres humanos del futuro también han de padecer, a un precio más alto, la muerte, tanto la voluntaria (como en Viaducto SC), así como la impuesta por una tecnología ajena (como en Actor). Todo esto a costa de las modificaciones genéticas a realizarse, con el fin de “optimizar la producción del planeta”.

                En los cuentos de Obitual, con ciertos diálogos a la prosa quiroguiana (Doctor Escáner) y al estilo kubrickiano (El prometeico), hay una innegable burla hacia los símbolos de dominación del Estado, así como a los medios de comunicación de masa (y su necesidad extrema de ser sensacionalistas), al “arte de la farándula”, tan común en los círculos sociales, y al supuesto de que la tecnología superará al hombre. Todos ellos como discursos con una base filosófica, más que ideológica. Aunque uno de los elementos más resaltados de sus cuentos se da en La retroexcavación, cuando nos confirma que, sin importar cómo la humanidad haya “evolucionado” tecnológicamente, ni cuánto hayan avanzado los métodos para llevar a cabo cualquier arte, siempre habremos de conservar comportamientos inherentes a nuestra naturaleza: miedos atávicos al desastre, a los dioses y al fin inmanente. El descubrimiento de una “Piedra del Mapa”, hecha piedra preciosa, con vida propia, da cuenta de este carácter emotivo que siempre nos ha de conmocionar como seres humanos.

                El ejercicio de la memoria, los recuerdos y el olvido, son uno de los temas apreciables en los cuentos de Wild, que contrastan con las técnicas científicas futuras de modificación humana: personas longevas (Taxidermia), con aceleración celular (Femíncula) o transespecies (Teriomorfo). Las nociones de mismidad-alteridad, irán cambiando a lo largo de nuestro devenir. La memoria, entonces, juega un papel fundamental en el destino humano, no solo como el hecho de recordar fenómenos y sucesos, sino que es la encargada de guardar el registro de todo lo que somos, a fin de preservarnos como especie. En Evocación, esta es la función de los memorizadores, mientras que la biblioteca actúa como mecanismo de resguardo en el cuento homónimo de esta antología. Con esto, afirmo que “el engrama”, como hecho psico-biológico, constituye la versión micro de lo que los hinduistas denominan “registros akáshicos”, huella etérea de todo lo que ocurre en el universo.

                Ahora bien, la presencia de crononautas (o viajeros del tiempo) es otro de los elementos de la ciencia ficción que no podía faltar en “El engrama”. Tópico el cual, personalmente, considero uno de los más emblemáticos de este género, no solo por la irrupción-observación-modificación de cualquier evento histórico, sino porque demuestra la capacidad, casi divinal, del ser humano para intervenir en el tejido temporal y espacial. Apreciamos esto con Menezka, Obitual y Wild, quienes trazan los viajes temporales como una moda del futuro capaz de corregir, cambiar la historia o simplemente ser testigo de ella. Cuentos como El corregidor, Encuentro de tres mundos y La anticitera politiké, dan cuenta de ello; a pesar de que en este último solo esté sugerido.

                Con esta antología de ciencia ficción tachirense, se sigue labrando el camino para otros escritores atraídos hacia el género, así como se exhiben muestras de nuestras formas de pensar, puesto que en “El engrama” hay comunión entre lo primitivo, (específicamente en las creencias arraigadas en nuestro inconsciente) con el discurso lógico, que se cimienta en una sociedad futura que tendría colectivos modificados genéticamente, teriomorfos, clones o crononautas a la vuelta de la esquina, en bandeja de plata y con cierto deprave de los avances científicos en beneficio de ¿la humanidad?. Digo deprave debido a la pérdida del sentido primario del avance tecnológico, hasta que podrían hacernos olvidar cuál es el verdadero valor de nuestro devenir.

                Con todo esto, finalizo expresando que “El engrama”, mediante el uso del humor, el pesimismo, el cuestionamiento del poder, la ética y la moral, no solo corresponde a esas marcas y a esas huellas de la ciencia ficción tradicional, es decir, a los avances científicos y tecnológicos a los que se ha sumido la humanidad y que se estiman sean habituales en nuestro futuro (manipulación genética y evolución de nuestra especie hasta el punto de maniobrar el tiempo y el espacio). “El engrama” también corresponde al uso de la memoria y la imaginación como mecanismos para dar respuestas (o intentar darlas) a todos aquellos aspectos esenciales e inherentes a nuestra condición humana: qué somos, quiénes somos o hacia dónde vamos… Sin duda, tienen ante ustedes un texto con profusos sentidos ontológicos.

Carlos Guillermo Casanova
Noviembre, 2018
Mérida, Venezuela

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